Los pies se hundían en la arena que resbalaba despacio sobre sus dedos.
Un pequeño escalofrío le recorrió la espalda cuando, el agua en su ir y venir constante le salpicó.
Todo lo que abarcaban sus ojos estaba desierto.
Elevó los brazos al cielo absorbiendo el calor de un sol que apenas amanecia mientras la energía corría a través de sus venas.
Los bajó lentamente cuando sintió el suave aleteo de una mano acariciando su nuca.
Recordó, era el primer viernes de primavera... no estaba sola.
Ves que te lo decía, yo?? Inspirada es poco, inspiradísima. Cada post es una equeña perla de ese collar invisible que rodea tu corazón. Respiro hondo, ¡qué afortunada soy por tenerte!, querida María
ResponderEliminarSomos afortunadas, Feli. Lo somos porque nos han hecho el regalo de tenernos.
ResponderEliminarUn abrazo muy, muy cercano.
Com la primavera no hi ha res...
ResponderEliminarTienes razón Saixa, nada como la primavera...
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