Paseaba aquella mañana buscando ese “plano guay” de cada
día.
Un instante que valiera la pena recordar. Que sería subjetivo y sólo para
mis ojos, pero que ahí quedaría para mi surrealismo cotidiano, que tengo que
confesar que me pierde.
Casi tropecé con ella. La tenía frente a mí. El muchacho
me la entregaba diciendo:
“Es para ti”
La cogí por el tallo largo y esbelto y acaricié las hojas
de terciopelo. Su color brillante me devolvió a un lugar entre naranjos.
Les dediqué a ambos una sonrisa. El muchacho me la
devolvió. La flor siguió brillando en mi mano.
Era mi "plano guay"..
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