11 diciembre 2013

El mar...

EL MAR
Poco a poco recorre los últimos kilómetros de la carretera que se dibuja al borde del acantilado. Hasta ella llega el olor del mar y las gaviotas en vuelo rasante, le anuncian que ya está muy cerca de la casa. Deja atrás la última curva y allí está, blanca, acunada por la tarde que empieza a dejarse abrazar por las sombras del anochecer. Baja del coche y una brisa suave le despeina el cabello y enreda la falda en torno a sus piernas. Camina por el sendero que rodea la casa y cuando llega al final, como siempre, lo que ve le fascina.
Sobre el acantilado la casa parece suspendida en el aire. Sus paredes de cristal salpicadas por mil gotas de sal que reflejan la luz mortecina, parecen un espejo. Las sombras la envuelven como una suave caricia. Oye el arrullo del mar allá abajo.
Adivina que golpea las rocas y sabe que en su retorno deja restos de espuma enredada en sus aristas. Su sonido es como una llamada… plash… plash… suena como el corazón.
cielo rojo
Busca el horizonte que se quema en una explosión de rojos ahogados en el agua. Las sombras siguen avanzando.
Ella cierra los ojos y piensa que la oscuridad tiene los mismos tonos que la soledad. Cuando los abre, una luna clara y fría cuelga del cielo. Mira hacia el mar y por una extraña alquimia ve que se han creado sobre él senderos de plata. Un barco solitario los surca.
La luz se enciende en el interior de la casa de cristal. Alguien sale.
Ella baja por el sendero que conduce al mar. Sigue oyendo su llamada. El viento se lleva el sonido de una voz.
Nota que el agua moja sus pies y siente que es fría como su soledad. El agua se enreda en torno a su cuerpo. La envuelve. La mujer oye su sonido al golpear contra las rocas … plash… plash… y piensa, suena como mi corazón.
En lo alto del acantilado la casa de cristal brilla, rescatada de las sombras, por la luz de la luna. La voz la llama más fuerte, planea sobre la superficie rizada del agua. Se pierde.
Los caminos de plata se abren y entrecruzan formando una inmensa tela de araña. El barco sobre ellos surca la noche y la distancia. La luna despierta y blanca lo contempla. El agua choca contra las rocas y deja enganchado en ellas un retazo de mar.
Plash… plas… si, así suena su corazón.

2 comentarios:

  1. Entiendo María que la llamada que surge, el sonido de su corazón, es todo mucho más fuerte que esa bella casa solitaria y única, inmensa, envidiable, pero algo, desde fuera, el mar, desde dentro, el corazón, nos llama para buscar nuestro propio destino y olvidar el que nos han dado o condicionado.
    Un beso

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    Respuestas
    1. Sí, Camy,
      La belleza del exterior, la casa, son meros adornos, lo importante es el corazón de ella que le impulsa a elegir un camino, aunque sea doloroso.
      Siempre me captas y eso me gusta.
      Mil besitos de mediodía...

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