... despacio peleándose con las sábanas que se enredaban en sus piernas reteniéndola en aquel nido blando y suave.
La luz blanquecina de la primavera lluviosa se coló por la ventana y la arrastró hacia la ducha y mientras el agua le caía sobre la cabeza describiendo caminos imposibles sobre su cuerpo decidió que aquel día iba a ser libre.
Libre para disponer de cada hora, minuto y segundo de aquel lunes que no parecía prometerle nada.
Unos pantalones ajustados de color rojo, la camiseta que dibujaba a cincel sus curvas suaves pero definitivas eran suficientes.
Unos pantalones ajustados de color rojo, la camiseta que dibujaba a cincel sus curvas suaves pero definitivas eran suficientes.
Foto de Eduardo Portela Jeremías |
Los pasos ligeros la llevaron hacia un autobús que recorría la ciudad dando vueltas en círculos igual que una noria con fondo musical.
Se sentó en un rincón tranquilo y tras ajustarse las gafas de sol, para hacerse invisible, se dispuso a observar la ciudad con los ojos de lunes bullicioso.
La avenida flanqueada por el árbol almez se estiraba hasta donde se perdía la vista, los balcones panzudos presumían de años y de historias, la luz se teñía de verde en los jardines y el cielo pugnaba con la bruma para mostrarse azul y lejano.
Una madre, un niño, los coches, un anciano, un joven ejecutivo, el perrillo lanudo, la muchacha hermosa pasaban ante sus ojos haciendo cobrar vida a aquel paisaje.
No pudo poner palabras a lo que sintió, pero supo que ella pertenecía a todo aquello, que no era una mera espectadora del devenir de los hechos y de las cosas.
Sonrió para sí... se había equivocado, aunque no le gustara la ciudad...
Prometía ser un lunes nuevo y bullicioso...
Felicidades por este lunes y ese viaje con los ojos bien abiertos en el bus.Cuando se ve y se ira la belleza está en todas partes.
ResponderEliminarUn beso
Disfrutaremos este lunes y todos los que nos traiga el tiempo, amiga mía. Eso sí, con los ojos bien abiertos.
ResponderEliminarBesitos